Yo caí por aquel pago cierta vez que hube de entregar un bulto en la factoría "Cal de Castilla". (Dedicad unos segundos de sonrisa, después, a la proximidad y complementariedad de ambos negocios). Circulaba por la antigua carretera de Valencia, procedente de Arganda y con dirección a Perales de Tajuña. A la altura del kilómetro 30,400, una flecha indicadora justifica un desvío a la derecha rezando (otra sonrisa para luego...): "El Último Parque, cementerio de animales de compañía". Antes de que os preguntéis si voy a hablar de una posible última morada para vuestra pareja, acumulando una nueva broma, me adelanto a aclarar que el letrero hace referencia a una necrópolis de mascotas. La noticia empujó a mi curiosidad. Habiendo sido catador de tántos cementerios, cierto que humanos, de las españas insular, peninsular y de ultramar, no le constaba a mi culturilla un camposanto para animales domésticos más acá de la Gran Bretaña. Tomé el desvío y seguí un camino de tierra entre yermos y olivares durante unos trescientos metros hasta parar frente a una portada de mármol y reja delineada como un abecé constructivista: cilindro, triángulo, cuadrado. Era día laborable y la empresa sólo franquea el paso los sábados y domingos. El horario de visitas para los usuarios se te ofrece bien diáfano en el mismo umbral. Miré un poco más acá y un poco más allá por si habían sido tan amables de colocar otro para no usuarios; uno para preusuarios o para curiosos como yo, pero no. Eso hízome sentir intruso en propiedad privada *ver nota, frustrado en mi afán de conocer y, en cuanto tuve la cámara en ristre, paparazzi con causa. Furtivo pues y aplicado en la tarea de llevarme algunas fotos del interior sorteando con el zoom los ojitos de la alambrada, sentí que llegaba un vehículo. Una berlina seria del color verde limón de la hoja del limonero y un caballero en edad provecta que descendió de la misma se acercaron a mí. El hombre me preguntó si había alguien dentro y comentó que venía a pagar la cuota anual. Yo hice lo posible por disimular. Él hizo sonar el claxon hasta que una voz de ultrapinos se destacó repitiendo: "¡Ya va, ya va!". Vino el guarda, que vestía mono azul de tajo y no pantalón de pana marrón con canana en bandolera, como uno se espera de quienes protegen un coto. El desajuste lo explica esta moda actual de la concentración de poderes, en la parte del que paga y la concentración de especialidades, en la parte del que cobra, que cobra normalmente lo mismo que cuando estaba sin concentrar y el IPC era cuatro o cinco puntos inferior. El guarda nominal recibió al usuario en su advocación de jardinero y tan pronto como entendió la causa de la visita cambió al papel de administrativo. El hombre serio de la berlina provecta, antes de seguir la senda de la oficina, sacó de su coche unas rosas envueltas en papel de celofán.
Guarda, jardinero, administrativo y, al menos, otro oficio importante del que él mismo me informaría días más tarde (enterrador), confluyen bien en el término "encargao", categoría que envidiaba en la obra cuando trabajaba de peón. De mi primer encuentro con el encargao aquella mañana de cal y calor, de furtivismo y lápidas con muñecos obtuve la información necesaria para aproximarme a la empresa que sostiene El Último Parque. Estaba decidido a preparar un reportaje sobre esta instalación y sobre la vertiente funeraria del tema de los animales de compañía. No caí en la cuenta entonces de que una vez más, una vez más que iniciaba andadura periodística iba a meterme en otro cementerio e iba a tratar las variadas y repetidas maneras que tenemos los humanos de entender la muerte y de consolarnos por la pérdida de nuestra bien querida ilusión de inmortalidad. "Vuelve al templo y honra a tus antepasados" me sugirió el I Ching cuando le pedí consejo poco antes de ponerme manos a la obra. Nunca hubiera imaginado que tendría que cumplimentar a familiares tan lejanos. No llego al hermanamiento que practicaba San Francisco de Asís pero sí me reconozco pariente y descendiente de todos los seres vivos, animales y plantas.
Y heme aquí. Mi propósito era demostrar que quienes humanizan a sus animales-mascota en vida de éstos, obran en consecuencia cuando mueren y llega la hora de las honras fúnebres. Una de las personas que componen el equipo de El Último Parque, Eduardo Birenbaum, me recibió en las oficinas que la empresa posee en la localidad madrileña de AravacaNver foto. De él obtuve informaciones de tipo ponderativo como es el hecho de que este particular cementerio sea el único de la Comunidad de Madrid y uno de los contados que existen en España. Esta circunstancia unida a su estratégica localización geográfica - próxima a las provincias de Toledo, Cuenca y Guadalajara - permite que una parte importante de sus dos mil quinientos usuarios sea foráneo. Si de ésa parte separáramos y agrupáramos por nación a los extranjeros, el grupo más numeroso estaría constituido por japoneses. Fíjense qué cosas. El negocio va para largo. Si el promotor de la idea y de la S.L., Jesús Díaz Franco, confió, allá por 1983 - fecha de su inauguración -, en que el cementerio era una necesidad social, actualmente, cuando el censo de perros con dueño en España asciende a 4,3 millones y el de gatos a tres, habría que ir pensando en abrir sucursales. No quiere esto decir que El Último Parque ronde el límite de su capacidad, ni mucho menos. El señor Birenbaum cifra su extensión útil en treinta mil metros cuadrados y dice que la ocupación actual, con alrededor de cinco millares de enterramientos, no alcanza los diez mil.
- ¿Y qué me dice del perfil de los usuarios. Se pueden encontrar rasgos comunes entre ellos?.
- Lo único que te puedo decir de perfil común es que el usuario de El Último Parque es una buena persona.
Con respuestas como esta nos quedamos con las ganas. Voy a ponerme yo mismo ante la pregunta y a ver lo que se me ocurre. Visto lo visto y después de no haberlo recapacitado mucho, la verdad, parece obvio que quienes han tratado a sus animales favoritos como si fueran personas, en vida, tienden a proseguir ese comportamiento cuando se les mueren. Las honras fúnebres son tan parecidas a las del amigo, hermano o cónyuge querido que no son iguales porque el reglamento de El Último Parque prohibe las ceremonias y exornos religiosos. Reflejan el duelo de quienes se enfrentan a las sensaciones de vacío, orfandad y angustia existencial. Responden a la necesidad de otorgar una morada física a los restos del difunto que pueda ser visitada por sus deudos. Y si parece que exagero al atribuir parentesco a algunas de estas relaciones, acudid al repertorio fotográfico y a los epitafios grabados (en soporte digital...) que forman parte de este reportaje. Decir que un perrito o un gatito forma parte de la familia que le acoge es una forma de hablar, es un reclamo publicitario cuando titula un folleto de El Último Parque, es la expresión real de un sentimiento cuando lo lees en la inscripción de una lápida: "Tu mami y tus hermanitos no te olvidan", y casi alcanza la sanción legal cuando los dueños otorgan sus apellidos al caniche de aguas.
Las honras fúnebres dedicadas a los animales domésticos también se impregnan de las convenciones sociales y de las creencias religiosas, por muy prohibido que esté materializarlas. Es en este campo donde a menudo se confunde la fe con la falacia, la psicología con la hipocresía. Evito pronunciarme sobre el tema de si los animales tienen alma y sobre si les va a tocar resucitar de entre los muertos para disfrutar de la vida eterna junto a sus amos porque doctores tiene la Santa Madre Iglesia. En cambio, no quiero dejar pasar por alto las falacias que rodean a la superstición de que el espíritu del finado ocupa el lugar donde se depositan sus restos y permanece en él, ojo avizor, con lápiz en oreja y libreta en mano, anotando los agasajos que se le dispensan, los agravios que se le infligen y los nombres de sus autores. De esta fábula no escapa el descreído o el prosaico si está sujeto a las convenciones del qué dirán porque si no cree en los fantasmas habrá de creer en las murmuraciones de sus próximos y allegados. Falaz es, según esto, el contenido verbal de algunos mensajes que dirije la empresa de El Último Parque a sus clientes, actuales o futuros. El mejor ejemplo de lo que digo ocupa un lugar preferente a la entrada del cementerio. Hablo de un conjunto escultórico integrado por una roca, dos estatuas pétreas de perros sacadas de molde y una plancha de mármol con la siguiente cita del ex jesuita José Luis Martín Vigil, no sé si sacada de contextoNver foto: "Ahora que ya no puedo serte útil/ni obedecerte más/ni darte compañía/después de que te entregué toda mi vida/demuestra que tú también fuiste mi amigo."Nada remataría mejor este sugestivo grupo que un comercial de la empresa propietaria resolviendo el problema con las siguientes palabras: "...Y encarga ya la reserva (no les gusta la palabra alquiler) de un lugar de reposo (una fosa preferente, p.e.) en plena naturaleza para así tenerlo todo preparado cuando esos otros miembros de la familia falten" (no les gusta la palabra morir ). Extraído de su folleto: "¿Va usted a permitir que cuando falten, acaben 'tirados' de cualquier manera?".
FIN
U Grabación de Eduardo Birenbaum ("Antecedentes del dueño").
Guarda, jardinero, administrativo y, al menos, otro oficio importante del que él mismo me informaría días más tarde (enterrador), confluyen bien en el término "encargao", categoría que envidiaba en la obra cuando trabajaba de peón. De mi primer encuentro con el encargao aquella mañana de cal y calor, de furtivismo y lápidas con muñecos obtuve la información necesaria para aproximarme a la empresa que sostiene El Último Parque. Estaba decidido a preparar un reportaje sobre esta instalación y sobre la vertiente funeraria del tema de los animales de compañía. No caí en la cuenta entonces de que una vez más, una vez más que iniciaba andadura periodística iba a meterme en otro cementerio e iba a tratar las variadas y repetidas maneras que tenemos los humanos de entender la muerte y de consolarnos por la pérdida de nuestra bien querida ilusión de inmortalidad. "Vuelve al templo y honra a tus antepasados" me sugirió el I Ching cuando le pedí consejo poco antes de ponerme manos a la obra. Nunca hubiera imaginado que tendría que cumplimentar a familiares tan lejanos. No llego al hermanamiento que practicaba San Francisco de Asís pero sí me reconozco pariente y descendiente de todos los seres vivos, animales y plantas.
Y heme aquí. Mi propósito era demostrar que quienes humanizan a sus animales-mascota en vida de éstos, obran en consecuencia cuando mueren y llega la hora de las honras fúnebres. Una de las personas que componen el equipo de El Último Parque, Eduardo Birenbaum, me recibió en las oficinas que la empresa posee en la localidad madrileña de AravacaNver foto. De él obtuve informaciones de tipo ponderativo como es el hecho de que este particular cementerio sea el único de la Comunidad de Madrid y uno de los contados que existen en España. Esta circunstancia unida a su estratégica localización geográfica - próxima a las provincias de Toledo, Cuenca y Guadalajara - permite que una parte importante de sus dos mil quinientos usuarios sea foráneo. Si de ésa parte separáramos y agrupáramos por nación a los extranjeros, el grupo más numeroso estaría constituido por japoneses. Fíjense qué cosas. El negocio va para largo. Si el promotor de la idea y de la S.L., Jesús Díaz Franco, confió, allá por 1983 - fecha de su inauguración -, en que el cementerio era una necesidad social, actualmente, cuando el censo de perros con dueño en España asciende a 4,3 millones y el de gatos a tres, habría que ir pensando en abrir sucursales. No quiere esto decir que El Último Parque ronde el límite de su capacidad, ni mucho menos. El señor Birenbaum cifra su extensión útil en treinta mil metros cuadrados y dice que la ocupación actual, con alrededor de cinco millares de enterramientos, no alcanza los diez mil.
- ¿Y qué me dice del perfil de los usuarios. Se pueden encontrar rasgos comunes entre ellos?.
- Lo único que te puedo decir de perfil común es que el usuario de El Último Parque es una buena persona.
Con respuestas como esta nos quedamos con las ganas. Voy a ponerme yo mismo ante la pregunta y a ver lo que se me ocurre. Visto lo visto y después de no haberlo recapacitado mucho, la verdad, parece obvio que quienes han tratado a sus animales favoritos como si fueran personas, en vida, tienden a proseguir ese comportamiento cuando se les mueren. Las honras fúnebres son tan parecidas a las del amigo, hermano o cónyuge querido que no son iguales porque el reglamento de El Último Parque prohibe las ceremonias y exornos religiosos. Reflejan el duelo de quienes se enfrentan a las sensaciones de vacío, orfandad y angustia existencial. Responden a la necesidad de otorgar una morada física a los restos del difunto que pueda ser visitada por sus deudos. Y si parece que exagero al atribuir parentesco a algunas de estas relaciones, acudid al repertorio fotográfico y a los epitafios grabados (en soporte digital...) que forman parte de este reportaje. Decir que un perrito o un gatito forma parte de la familia que le acoge es una forma de hablar, es un reclamo publicitario cuando titula un folleto de El Último Parque, es la expresión real de un sentimiento cuando lo lees en la inscripción de una lápida: "Tu mami y tus hermanitos no te olvidan", y casi alcanza la sanción legal cuando los dueños otorgan sus apellidos al caniche de aguas.
Las honras fúnebres dedicadas a los animales domésticos también se impregnan de las convenciones sociales y de las creencias religiosas, por muy prohibido que esté materializarlas. Es en este campo donde a menudo se confunde la fe con la falacia, la psicología con la hipocresía. Evito pronunciarme sobre el tema de si los animales tienen alma y sobre si les va a tocar resucitar de entre los muertos para disfrutar de la vida eterna junto a sus amos porque doctores tiene la Santa Madre Iglesia. En cambio, no quiero dejar pasar por alto las falacias que rodean a la superstición de que el espíritu del finado ocupa el lugar donde se depositan sus restos y permanece en él, ojo avizor, con lápiz en oreja y libreta en mano, anotando los agasajos que se le dispensan, los agravios que se le infligen y los nombres de sus autores. De esta fábula no escapa el descreído o el prosaico si está sujeto a las convenciones del qué dirán porque si no cree en los fantasmas habrá de creer en las murmuraciones de sus próximos y allegados. Falaz es, según esto, el contenido verbal de algunos mensajes que dirije la empresa de El Último Parque a sus clientes, actuales o futuros. El mejor ejemplo de lo que digo ocupa un lugar preferente a la entrada del cementerio. Hablo de un conjunto escultórico integrado por una roca, dos estatuas pétreas de perros sacadas de molde y una plancha de mármol con la siguiente cita del ex jesuita José Luis Martín Vigil, no sé si sacada de contextoNver foto: "Ahora que ya no puedo serte útil/ni obedecerte más/ni darte compañía/después de que te entregué toda mi vida/demuestra que tú también fuiste mi amigo."Nada remataría mejor este sugestivo grupo que un comercial de la empresa propietaria resolviendo el problema con las siguientes palabras: "...Y encarga ya la reserva (no les gusta la palabra alquiler) de un lugar de reposo (una fosa preferente, p.e.) en plena naturaleza para así tenerlo todo preparado cuando esos otros miembros de la familia falten" (no les gusta la palabra morir ). Extraído de su folleto: "¿Va usted a permitir que cuando falten, acaben 'tirados' de cualquier manera?".
FIN
U Grabación de Eduardo Birenbaum ("Antecedentes del dueño").
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